Pocas película pueden ser adjetivas como “de culto”, y aún menos son producciones de proporciones épicas, como es el caso de Apocalípsis Ahora (Apocalypse Now, Francis Ford Coppola, 1979), película que continuó la revisión de la Guerra de Vietnam a finales de la década de los setenta, y que ha sido una de las que más lejos ha llegado. Luego de Retorno Sin Gloria (Coming Home, Hal Ashby, 1978) y El Francotirador (The Deer Hunter, Michael Cimino, 1978), la audiencia norteamericana se encontraba lista para una película de la crudeza visual y temática de Apocalipsis Ahora. Poco menos de veinticinco años después, el público está listo para la versión extendida de ésta portentosa obra fílmica.
Luego del nivel como director adquirido por Francis Ford Coppola a comienzos de la década de los setenta por sus trabajos en El Padrino (The Godfather, 1972), El Padrino Parte II (The God
father Part II, 1974) y The Conversation (1974), parecía poco menos que imposible que Coppola igualara la genialidad de sus trabajos anteriores, sin embargo, Apocalipsis Ahora logra estar al nivel de sus proyectos anteriores en lo técnico, artístico y temático. Coppola vuelve a repetir mancuerna con Marlon Brando y Robert Duvall, en papeles que han permanecido en la memoria de los cinéfilos por vario años, lo cual confirma el buen ojo para el elenco del director italoamericano.
En medio del bochorno tropical de Vietnam, el Capitán Benjamin L. Willard (Martin Sheen), es llamado por el Coronel Lucas (Harrison Ford) para una misión secreta y peligrosa: buscar al poco ortodoxo Coronel Walter E. Kurtz (Marlon Brando, soberbio) quien adentrado en la selva vietnamita, cerca de la ribera del Mekong, se ha insubordinado y establecido su control en la zona, problemática sumada a la ya enfrentada por el ejército norteamericano en tierra vietnamitas. La misión no es sencilla, pues el capitán y un grupo reducido de soldados se adentraran en una tierra de nadie, quedando a merced de los Viet-Congs y del propio Kurtz.
Los peores excesos de la Guerra de Vietnam quedan de manifiesto a lo largo de las tres horas que dura la versión extendida de la película. Comenzando por el cruel aunque empático Teniente Coronel Bill Kilgore (interpretado por Robert Duvall increíblemente) quien atemoriza una comunidad ribereña vietnamita lo mismo con descargas de metralletas que con Las Valkirias de Richard Wagner, haciéndose memorable por la frase “me gusta el olor a Napalm en la mañana”; las secuencias aéreas son loables no sólo por su belleza compositiva, sino por el reto audiovisual que representan en los rubros de edición, mezcla de sonido, fotografía y efectos de sonido.
También el escaso control político-militar de la zona queda plasmado en el celuloide, mientras el Capitán Benjamín avanza sobre el Mekong, con algunas de las secuencias más crudas pero memorables de la historia del cine. El arribo a la zona controlada por Kurtz, que retrata el sobajamiento humano en tiempos de guerra, la barbarie y la crudeza que se esconden pero también definen la condición del hombre, son un reto fílmico cumplido de manera cabal y puntual por la lente de Francis Ford Coppola, quien no da concesiones al espectador y lo lleva por los resquicios más sórdidos del conflicto armado y del caos desatado por la ocupación estadounidense en Vietnam, mostrándose lo que el personaje de Marlon Brando señala como “el horror.”
La permanencia de las tropas de los Estados Unidos en Vietnam es criticada duramente por la película, desde la secuencia inicial donde se ve la selva vietnamita arder bajo el napalm, al ritmo del apocalíptico tema The End de The Doors, que juega, al igual que la película, con el asesinato del padre primigenio del que Sigmund Freud habla en Tótem y Tabú. El decadente y narcótico estado en el que el Capitán Benjamin se encuentra cuando es llamado muestra la postura crítica de la película. Otros aspectos también retratados presentes en la larga lucha por la independencia y unificación de Vietnam son los resquicios de la ocupación francesa, así como la asociación entre los grupos étnicos, religiosos y tribales con la resistencia armada.
Dentro de los rubros técnicos, la fotografía de Vittorio Stotaro en las tomas abiertas, así como la iluminación de interiores, especialmente cuando el Capitán Benjamin llega al territorio de Kurtz, son un verdadero triunfo cinematográfico. La mezcla de sonido encabezada por Walter Murch es una de las complejas y mejor logradas en la historia del cine. La edición, también a cargo de Murch logra encontrar el equilibrio perfecto entre dramatismo y dinamismo. Todos estos elementos, junto con la acertada dirección de Francis Ford Coppola, hacen de Apocalipsis Ahora una película que pese a su carácter personal, aborda aspectos universales: el coronel Kurtz, como metáfora de un Estados Unidos capaz, pero desbordado y megalómano, destruido por sus propios hijos, es uno de los fuertes argumentativos de la película.
Las actuaciones son también dignas de ser celebradas. Martin Sheen en un difícil papel de contrapeso, de esos que no lucen, pero que cuando no son bien hechos son resentidos por la película, demuestra sus mejores cualidades histriónicas. Marlon Brando haciendo uso de sus mejore habilidades la da vida al sombrío Coronel Kurtz. Robert Duvall, pese al escaso tiempo en pantalla, es sin duda el que posee la interpretación más recordada. Las pequeñas apariciones de los personajes incidentales como los de Harrison Ford, Laurence Fishburne, Frederic Forrest o Dennis Hooper, aderezan a la película y la dan fuerza argumentativa.
VIDEOS
Robert Duvall y el napalm.
Ataque en helicópteros.
Secuencia inicial de Apocalipsis Ahora.
Escena de Marlon Brando en Apocalipsis Ahora.
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